Dar la felicidad y hacer el bien, he ahí nuestra ley, nuestra ancla de salvación, nuestro faro, nuestra razón de ser.
Dime lo que crees ser y te diré lo que no eres.
Lo inacabado no es nada.
El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos.
Dime lo que crees ser y te diré lo que no eres.
Temen algunas mujeres la soledad de la viudez. No supieron ver que su vida tampoco fue descifrada por el marido. Y que la verdadera serenidad viene casi siempre del monólogo.
Un error es tanto más peligroso cuanto mayor sea la verdad que contenga.
No esperemos a ser buenos y cordiales. Apresurémonos ya desde ahora a alegrar el corazón de nuestros compañeros durante la corta travesía de la vida.
El hombre que pretende ver todo con claridad antes de decidir, nunca decide.
Lo que gobierna a los hombres es el miedo a la verdad.
Henri-Frederic Amiel
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